Traumas

Imagen: @el_averigua

Hay situaciones traumáticas en esto que nos está sucediendo.

Traumáticas en el sentido de perennes, que se quedan para siempre.

Son traumáticas de manera individual, y de manera comunitaria, social. Para todos y para cada uno.

No es fácil. Para nadie, aunque sería injusto vernos, a los confinados, como las víctimas de todo esto. Lo son quienes salen a trabajar con miedo a contagiar a sus familias, quienes salen a la batalla -porque esto es una guerra-, a jugarse la vida con los enfermos, que demasiado a menudo la pierden -es peor que una guerra, hay demasiado fuego cruzado, y además, no sólo se juega la vida el que es llamado a filas, también quienes viven con ellos cerca cada día al volver a casa, es como si las balas de una batalla pudieran atraversarte sin dañarte a ti, pero hiriendo de muerte a tus seres queridos-, y por supuesto los enfermos, las verdaderas víctimas de todo esto, por suerte a veces con final feliz, por desgracia, demasiadas veces, no siempre.

Yo sólo puedo hablar de mi situación, privilegiada, de no salir de casa a jugarme la vida, de unos ojos que no alcanzan a observar el horror de una sanidad que no da abasto. Si nuestra situación -fácil, entre todas las demás- es difícil, no puedo imaginar cómo será la situación de quien sale ahí fuera.

El confinamiento ya ha vivido quince días, ya hemos pasado esa época en la que sentíamos los síntomas sin tenerlos. O quizá no, quizá vuelva. ¿A quién no le ha pasado? Sensación de fiebre. Malestar. Dolor de cabeza. ¿Eso que siento es que me cuesta respirar? ¿Me duele la garganta? ¿Estaré cayendo yo? Si no he salido de casa, no creo, ¿verdad? Esa época ya ha pasado. Pero la de los altibajos emocionales quizá no: estados depresivos que van y vienen y que son difícilmente controlables sin encontrar una huida: siempre los mismos quehaceres y en el mismo lugar. Qué valiosos son en esos momentos la música, la literatura, el cine, las artes. Qué valiosa es en esos momentos nuestra capacidad -que la tenemos todos, aunque algunos se resistan a utilizarla por miedo a la calidad de sus obras- de crear, ya sea música, historias, poesías, imágenes… pero también en esto entra la cocina, el orden de una estantería, colocar ese cuadro que tanto tiempo llevaba esperando a ser colocado en su sitio, y tantas cosas más. 

La creatividad salva mentes. Te activa sin moverte del sitio, y le da un sentido a tu tiempo. No importa la calidad de la obra. Nunca importa si no te piensas lucrar de ella, sólo querer que exista algo que antes no lo hacía, o no de esa manera exacta. Quizá por eso yo me permito escribir a veces, porque creo que es legítimo, y salva mentes, la mía.

Sólo queda seguir esperando, viviendo a este lado de la ventana, hacernos a la idea de que va para largo, de que esta situación no está mejorando aún -hay que aceptarlo- que las nuevas rutinas son ahora nuestras rutinas, vivir día a día, crear cada día desde el principio y con lo que tenemos, y seguir adelante. Agradeciendo a toda esa gente que se juega la vida ahí fuera, y que nos permite vivir fácilmente nuestro confinamiento, con el único problema de gestionarnos a nosotros mismos, en nuestra pequeña batalla interna de la que saldremos crecidos si salimos vencedores – como en toda batalla interna que se gana – consiguiendo que nuestro pequeño trauma se convierta en un gran crecimiento, y nada más. Porque si lo piensas nosotros somos los privilegiados de esta historia, más allá de vivir en la incertidumbre, por mucho que nuestra mente egocéntrica se quiera autocompadecer de nosotros. No estamos tan mal. Pidamos – a Dios, a los astros, a uno mismo, a YouTube, a Amazon no, por favor- ese lote de fuerzas que necesitamos, y ese algo sobre lo que crear – sobre lo que usar nuestro tiempo -, solo con eso nos basta. Fuerza y ya. Pidamos y a seguir.

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